Retomamos la serie de artículos sobre cine y educación que empezamos con Profesor Lahzar, allá por el mes de julio. En esta ocasión es a propósito de Los niños salvajes/Els nens salvatges,
que he podido ver en versión original, es decir, en catalán y
castellano. En el enlace podéis ver los datos de la película, dirigida
por Patricia Ferreira. (Ver ficha técnica)
El
film recoge una temporada en la vida de tres adolescentes que estudian
en el IES Montserrat Roig, del área metropolitana de Barcelona. Además,
refleja con fidelidad lo que ocurre en las aulas, un poco al estilo de La clase,
pero en este caso no se centra tanto en los temas educativos, sino que
profundiza en las relaciones familiares, por un lado, y la socialización
de los adolescentes con sus iguales, por el otro. Además, ofrece un
retrato de la diversidad lingüística en Cataluña, donde conviven catalán
y castellano con mucha naturalidad; ese aspecto también es fiel a la
realidad.
Àlex, Gabi y Oky son dos
chicos y una chica de quince años, compañeros de clase en tercero de la
ESO. Con quince años, viven realidades muy distintas: mientras que los
padres de Àlex pasan dificultades para salir adelante con el bar que
regentan, los de Laura (Oky) viven desahogadamente en una vivienda
unifamiliar, y los de Gabi también disfrutan de una posición económica
estable. Los tres amigos buscan salidas al aburrimiento, a no saber qué
hacer una vez fuera de clase. No siempre respetan la ley, aunque tampoco
delinquen violentamente. Simplemente, buscan diversión sin tener en
cuenta las consecuencias. Cada uno a su manera está aislado: Àlex por su
trayectoria conflictiva en el instituto; Gabi por unas expectativas
paternas que le superan y le hacen tener problemas académicos; y Oki,
que tiene todo para ser una buena hija y alumna, se aburre en su vida
cotidiana de niña acomodada.
El planteamiento de tres amigos, dos varones y una mujer, me ha recordado la estupenda Soñadores,
de Bertolucci, aunque aquella trataba mucho más las relaciones
personales de los tres jóvenes. Aquí, el triángulo amoroso se insinúa, y
no es, ni mucho menos, uno de los puntales de la historia.
Los padres, a mi entender,
están un tanto estereotipados. Son tres familias que continúan unidas,
los padres siguen juntos, aunque esto signifique relativamente poco para
los hijos. Llama la atención la incomunicación entre progenitores y
adolescentes: es un factor que explica bastantes cosas. No es
responsabilidad de los padres, solamente. Los jóvenes actúan sin
tenerles en cuenta, y tampoco abren vías de comunicación con ellos. Las
situaciones que viven, diversas pero parecidas, implican un alto grado
de desconocimiento de los padres sobre qué hacen, cómo se divierten, si
toman drogas... Parecen mundos paralelos, que se juntan fugazmente ante
el televisor.
Àlex, que como hemos dicho
es un alumno complicado por un carácter poco dado a obedecer, ve una
tabla de salvación en un curso para ilustradores urbanos; él forma parte
de un grupo de grafiteros y tiene buena mano con el dibujo. El curso es
en Amsterdam, y no tiene dinero para acudir. Sin embargo, mantiene su
ilusión con la ayuda de la orientadora escolar (a quien da vida una
creíble Aina Clotet). Este será el hilo conductor de la narración, ya
que todos los protagonistas se implican, de alguna manera, a favor o en
contra de esa posibilidad, de esa vía de escape que Àlex quiere
aprovechar a toda costa. Sus amigos Laura y Gabi intentarán ayudarle,
ante la incomprensión de sus padres, que no entienden esa solidaridad
ingenua propia de la juventud. Y ahí está otra de las claves de la
película: al despreciar el acto de generosidad que intentan hacer, se
acaban de romper los escasos lazos de comunicación que había entre Oki y
sus padres. Gabi, por su parte, ve ridiculizados sus esfuerzos por
ayudar a Àlex.
El profesorado, por su
parte, está retratado con gran verosimilitud. Al igual que con los
padres, que representan distintos modelos de paternidad, aquí
encontramos toda la diversidad de profesores que pueblan los IES: la
enrollada, que da Historia del Arte; el serio profe de mates, preocupado
por su área y poco más; la profesora de literatura, con problemas
depresivos y pocas ganas de inmiscuirse en algo más que en sus clases; y
el profesor de biología, un profesor quemado y sin esperanzas sobre sus
alumnos más difíciles. Es el que siempre pone en duda la utilidad del
refuerzo y asesoramiento a los niños y jóvenes con problemas. Que pide
que se ocupen más de los que "se esfuerzan". Un discurso, por cierto,
que se extiende en los centros y que no podemos aceptar sin más.
Las escenas en el centro
escolar son un ejemplo de naturalidad, en un doble sentido: no hay
artificiosidad, todo parece auténtico, por una parte; y por otra,
podrían pasar por una narración naturalista, en un sentido literario.
Es, con mucho, lo mejor del film.
La trama avanza de manera
discontinua, con unos saltos hacia atrás que no aportan, a mi entender,
nada a la narración, y que en algunos momentos pueden resultar
irritantes. La película flojea en ese sentido, en mi opinión. No es una
obra de suspense, ni necesita serlo. Y da más importancia a los temas
familiares y relacionales que a lo educativo, que es tratado como una
parte más de la vida de los protagonistas, que se desarrolla en los tres
ámbitos citados: además del colegio, la vivienda familiar y por último
la calle, los parques donde se reúnen para beber, fumar y charlar.
También me llama la atención la ausencia de espacios adecuados para que
los jóvenes puedan estar y pasar ratos interesantes e incluso
agradables. Por el contrario, ocupan el espacio público de parques,
sobre todo, y allí pasan el tiempo. Preocupante panorama el que se da de
una ciudad como Barcelona, aunque podría ser Valencia, Madrid,
Málaga...
Otra conclusión que se
puede extraer de la película es la soledad en que viven los
adolescentes: aunque tengan familias, no hay apenas comunicación. Aunque
tengan amigos, sus relaciones son más bien superficiales y los grupos
se forman y deshacen con facilidad. Aunque tengan profesores, pocos de
ellos muestran un interés humano, más allá de lo estrictamente académico
relacionado con su asignatura. Y a estos jóvenes, ¿quién los educa?
El final, al que nos va
encaminando la narración un tanto artificiosamente, me parece exagerado,
he de decirlo como lo siento. Si se ha buscado una metáfora de la
necesidad de cambio, se les ha ido la mano. Si, por el contrario, quiere
mostrar la inutilidad de las cosas materiales cuando falta el afecto,
el ejercicio responsable de la paternidad más allá de la exigencia o de
la complacencia, tampoco me parece la manera más probable de terminar la
historia. Pero no todo puede ser perfecto. Ni en el cine, ni en las
aulas.